CARNES PESADAS
EL TIEMPO NO PÉRDONA
Eliad Jhosué Villarroel
Lo malo de un ser humano cuando se llega a muy viejo es que todo parece
derrumbarse a las puertas de un abismo que sangra dolor, tristeza y nostalgias,
la vieja juventud que ya no es se extingue a su última morada y da paso a
ciertos factores que descontrolan las emociones, sentimientos y motivos
agotados.
Los años viejos dan paso a mirar a través de una ventana que encandila
la buena vista, empaña y ensordece, lastima y penetra en el corazón con una
daga oxidada que cangrina la sabia de la buena vida estable. Todo lo que parecía
en la pasada juventud motivar el alma, se torna mustio y olvidado, la
experiencia y la madurez se instala en los sentidos y los entorpece, la palabra
amor del enamoramiento desaparece del corazón y se anida en su interfaz un vacío
que llora en silencio, todo romancero se ve cursi y en igual manera se pierde
el don de soñar y de contemplar la vida como un botón de flor que se abre en una aurora resplandeciente o como un
retoño que nace tierno de un tronco cuyo desea vivir, crecer lo más alto
buscando el sol y para oler en lo alto de su copa el aire de la montaña.
Los engaños y la infidelidades, los golpes y la rutina hacen en el
corazón un hueco oscuro y profundo que el cerebro indiferente lacera con
premura, lo impregna de telarañas y lo abandona a su suerte, ya nada será igual
como en la juventud ausente, todo será en ver pasar los días anómalos sin dejar
rastros que tengan lucidez, la audacia morirá y los recuerdos se anudaran a una
inconsolable paradoja melancólica y sin quimera donde nunca más se podrá
comprar un pasaje a otra estación donde se puedan aligerar las cargas y el
camino tenga una antorcha para iluminar.
Algunas personas dejan de existir y mueren aun cuando están vivas, son
cadáveres suspirando por un destino pintado a brocha gorda con un color de
noche negra, caen derrotados esperando descansar en su dormitar a la eternidad.
Solo Dios podrá hacer hervir el fuego apagado de un corazón que
palpita portando un turbión frío y desencantado, sin poesía y canciones que
tararear: En este paso endurecido por los días melancólicos, miles llenos de fe se aferran al altísimo y
esperarán hasta el último hálito de su vida para mantener su esperanza en lo
alto. Mientras pasan los días doliendo todo, el hombre viejo contemplará y
sentirá en carne viva como su piel se precipita hasta caer a sus tobillos,
pesadas como una condena inevitable y dolorosa.
Mirarse en el espejo después de viejo será revivir la maldición de la
momia, millones dejarán de frecuentar el ojo de agua cristalizada y los más
débiles la estrellarán de un puñetazo al ver la momificación que han sido
objeto por el paso de los días.
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